De Carambola (R3)

Este es el tercer relato de la nueva serie de relatos eróticos con final sorpresa. 
Tema propuesto por Alicia Prados: Mi historia quiero que hable de Andres, jugador profesional de billar, de Jaime, coctelero, Carolina, cocinera y casada con Juan, taxista. Ala, jeje, es en Valencia.

Carolina agarró su bolso, abrió la puerta del taxi y salió. Se miró el moderno hotel de arriba abajo y entró sin decir nada más. Juan, su marido, taxista de toda la vida, la acababa de dejar allí. Juan siempre la llevaba al restaurante donde trabajaba ella desde hacía cinco años. Pero esta vez, excepcionalmente el servicio del restaurante era en un hotel.
Se celebraba la entrega mundial de premios del campeonato mundial de billar americano, y ella estaba dentro del equipo de cocina para servir el catering.
Cuando llegó saludó a Jaime, su compañero de trabajo desde el mismo día que entró ella a trabajar en la empresa. Jaime era cocinero de profesión. Tenía la misma edad que ella, 45 años. Por las mañanas trabajaba con ella en el restaurante, pero por las noches hacía de coctelero en un local de moda de la ciudad de Valencia. No era por placer, pero su economía le obligaba a trabajar doble para poder financiarse una deuda acumulada años antes.
La tarde avanzaba con los preparativos del cátering. A Carolina se la veía seria, y Jaime no tardó en percatarse.
– ¿Estás bien?
– Si, si. Un poco nerviosa.
Jaime sonrió un poco mientras se acercaba a ella:
– No te preocupes. Estaré cerca por si me necesitas. Le dijo guiñándole un ojo.
Los invitados empezaron a llegar y poco a poco se iba llenando la sala de actos del hotel.
El jefe de cocina entró en la sala de preparativos y en un tono muy alto avisó que el evento estaba apunto de empezar. Preguntó si lo tenían todo preparado. Todos respondieron afirmativamente. Acto seguido hizo señas de empezar el servicio.
Los camareros y camareras salieron alineados de la cocina con bandejas repletas de canapés y aperitivos.
La fiesta fue avanzando entre risas, música, charlas, etc.
A las nueve de la noche puntuales, se hizo un silencio en la sala. Un hombre trajeado cogió el micrófono y se dirigió a todos los asistentes desde una especie de escenario montado en un lado:
– Buenas tardes. Gracias por venir a la entrega de los premios de la liga profesional internacional de Billar Americano.
Como presidente de la Federación Española, quiero dar la bienvenida a todos los participantes. Este año. tenemos la suerte de celebrarlos en España, y doblemente afortunados porque el campeón también es español.
Carolina iba sirviendo canapés por las mesas mientras de reojo observaba el acto y prestaba atención a todo lo que sucedía.
El acto fue avanzando, haciendo entrega de diversos premios, hasta que llegó el momento final más esperado en la sala.
– Por primera vez en la historia, tenemos un campeón mundial español, y no quiero retrasar más este momento. Demos la enhorabuena a Andrés García Delmonte, nuevo campeón mundial de Billar Americano 2017.
Los aplausos sonaron con fuerza en la sala, mientras el campeón se dirigía al escenario a recoger su premio conseguido.
Carolina en este momento se quedó pasmada en un rincón mirando la escena. Cuando el campeón subió al escenario, ella se quedó inmóvil. Andrés parecía un deportista de élite pero más de algún otro deporte que no de billar. Vestía un chaleco y se le marcaban los músculos. De color muy moreno, era un hombre de lo más atractivo. Andrés era bastante más joven que ella. Calculaba que rondaría los 30 años. Carolina prestó atención a escuchar lo que iba a pronunciar ya con el micrófono en la mano.
Cuando se silenciaron los aplausos y gritos de euforia, Andrés empezó el discurso:
– Gracias a todos. Ha sido un año muy duro, y no ha sido nada fácil ganar este campeonato. Aún no me creo que esté aquí. Lucharé para repetirlo más años.
Acepto con mucho gusto este premio en metálico …
Le hicieron entrega de un maletín mientras Carolina se preguntaba cuanto dinero habría allí.
Andrés siguió su discurso:
– Como ya he dicho en alguna ocasión, voy a ingresar la mitad del premio a la fundación de ayuda de enfermos terminales. Quizás pueda ayudar a que algunas personas terminen su vida mejor gracias a mi esfuerzo. Así que 500.000 euros irán a la Fundación.
Una ovación se hizo en la sala.
Carolina hizo un gesto entre  alivio, asombro y admiración.
– Un millón de dolares era el premio y dona la mitad. Pensó ella. – Guau.
Andrés se le veía muy humanitario, sencillo. Pensó Carolina. Eso le daba un punto más de atractivo.
– Con el resto del premio, tengo suficiente para vivir bien un tiempo. Añadió. – De todas maneras, lucharé para volver el año que viene a por otro premio. Exclamaba mientras dedicaba una inmensa sonrisa a todos los presentes enseñando el maletín con el brazo alzado, mientras el público aplaudía sin cesar.
Carolina se sobresaltó cuando Jaime le preguntó al oído:
– ¿Te gusta?
– Ostia, Jaime, que susto. Pues no está mal el Andrés este.
– ¿Seguimos para adelante?
Carolina se quedó pensativa durante unos segundos mientras miraba al escenario. Interrumpió su silencio con un
– Si. Adelante.
Jaime le dedicó una sonrisa y le hizo un gesto de brindis con una de las copas que llevaba en la mano.
Eran las once de la noche. La sala estaba vacía. Carolina salía recién duchada y vestida con una falda corta, medias, unos impresionantes zapatos de tacón y una blusa escotada. La transformación de ella había sido tan magnífica que Jaime cuando la vio aparecer hizo un gesto de iluminación en su rostro.
– Uauuu. Estás terriblemente sexy. Bufff.
– Gracias. ¿Te gusta? ¿Lo ves excesivo? No sé. Estoy muy nerviosa.
– Tranquila. Déjate ir y disfruta. ¿Has avisado a tu marido a que hora llegarás?
– Si. Le acabo de avisar.
– Bien. Entonces tranquila. Yo estaré aquí en recepción tal como te prometí. Tendré el coche en la puerta para llevarte a casa. No sufras. Cualquier cosa me llamas.
– Vale. Gracias Jaime. Eres un buen amigo. Le dio un beso en la mejilla.
– Tonta, calla. Sabes que te quiero un montón. En fin. Es la 712.
– 712. Ok. Gracias.
Carolina se dirigió al ascensor del hotel. Entró y marcó la séptima planta.
– Toc, toc, toc.
Tras unos segundos de silencio, la puerta 712 se abrió. Carolina respiró hondo.
– Hola. Pasa.
Carolina pasó mientras Andrés cerraba la puerta tras ella.
– ¿Una copa?
– Sí. Por favor.
– Así que tu eres la mujer tan especial de la que me habló Jaime. No me has defraudado a primera vista.
– Gracias. Tu tampoco.
– Jaja, gracias mujer. Se agradece el piropo. Bien. Si te parece te doy lo tuyo y así nos olvidamos del tema.
– Mm, si. Gracias.
Andrés le entregó un sobre bastante lleno. Carolina lo agarró con nerviosismo. Se notaba porque las manos le temblaban. Lo abrió un poco e hizo una sutil expresión de felicidad.
– Puedes contarlo, si te parece.
– No, no. Me fio.
– Bien, pues la copa que te prometí, le ofreció Andrés mientras le hacía un gesto para que se acomodara en el sofá.
 Carolina guardó el sobre en el bolso y se sentó en el sofá. Estaban en una suite que se ofrecía muy amplia.
– Así que haces esto por primera vez.
– Si. Bueno no. Por primera vez con un extraño. Ya me entiendes.
– Jaja, si claro. ya imaginaba que no eras virgen. ¿Y tu marido?
– Está en casa. Le dije que tenía trabajo. Imagina.
– Jajaja. Afortunado yo. Y él que te tiene cuando quiere.
– Si, no sé.
Andrés se acercó con la copa y la ofreció a modo de brindis.
– ¿quieres hacer un brindis por tu marido?
– Mmmm, no sé. Bueno. Que raro. Vale. Le quiero mucho.
– Pues por él, y por ti !
 Chin. Sonaron las copas al tocarse, mientras Andrés aprovechó y puso su mano encima la rodilla de Carolina.
Se le aceleraron las pulsaciones. Nunca había sido infiel, y  hacía muchos años que ningún otro hombre la tocaba.
Andrés dejó la copa encima la mesita central y le acarició el pelo, mientras se acercaba a besarla.
Carolina cerró los ojos y se unieron en un profundo y húmedo beso. Ella hacía años que no sentía aquella sensación y notó como su entrepierna se humedecía de una manera muy rápida.
Estuvieron un par de minutos besándose como si fueran realmente dos enamorados. Ella no se atrevía a hacer nada que pareciera que llevaba la iniciativa. Se dejaba llevar y aprovechaba que él tenía un buen conocimiento práctico en dar besos para disfrutar el momento.
Andrés se separó de golpe. Se levantó y fue donde había un equipo de música. Simplemente lo encendió.
Carolina, que había quedado desconcertada, finalmente lo entendió. Cuando la música empezó a sonar, le hizo un gesto a ella para que le siguiera.
Andrés entró en la habitación. Ella tragó saliva, pero decidida entró. Cuando le vio allí tumbarse en la cama sintió que ya no había marcha atrás.
Él, mirándola con una sonrisa y todavía con su camisa blanca impecable, le dijo:
– Desnúdate lentamente para mi.
Carolina por un momento sintió vergüenza porque no se consideraba ninguna experta en ello, y sentía que había alguna parte de su cuerpo que no se sentía orgullosa, pero accedió pasando a la acción.
Empezó desabrochándose la blusa pero sin llegar a abrirla del todo. Él sonreía.
A ella le parecía de lo más irresistible cuando él sonreía y eso la excitaba a seguir.
Mientras se iba moviendo lentamente al ritmo de la música, iba pensando en los años que no hacía eso para su marido. A su marido le gustaba mucho el sexo y se entendían muy bien en la cama, pero con los años, la cosa había ido enfriándose un poco. A su marido le excitaban algunas cosas que a ella no le motivaban hasta ese momento, pero estaba pensando que quizás eso iba a cambiar en adelante.
Carolina iba a sacarse los zapatos de tacón, pero él, Andrés, le hizo un gesto negativo.
– Quiero que te quedes con los zapatos y las medias. Hizo un silencio, y añadió …
– Solamente.
Ella obedeció y acabó su trabajo bajándose la falda y sacándose la blusa. Los pechos de ella estaban de muy buen ver, y ella lo sabía, así que jugó con ellos un poco ocultándolos  para no descubrirlos a la primera.
Cuando los hubo dejado al descubierto, él se abalanzó como un poseso a chuparlos mientras ella le cogía y acariciaba el pelo.
No pasaron muchos minutos, que entendió que debía sacarle la herramienta a él de los pantalones, ya que le marcaban muy apretados.
Cuando ella se arrodilló en el suelo al borde de la cama, él entendió lo que quería. Se acercó, y ella le desabrochó los pantalones y se los bajó.
Apareció un slip muy apretado. Y no dudó ni un momento en bajarlo. Tenía ganas ya de ver lo que hacía tanto rato esperaba.
– Ostras ! Sólo se le ocurrió exclamar cuando la vio entera.
Andrés solo pudo sonreír y mostrarse orgulloso.
Lo que ocurrió allí las siguientes dos horas os lo podeis imaginar.
Carolina besó por última vez a Andrés, antes de recoger su bolso y salir de la habitación. Andrés se quedó tumbado bastante exhausto.
Andando por el pasillo del hotel y notando que todavía le temblaban las piernas. Pensaba que hacía muchos años que no sentía una verga tan vigorosa como esa, y capaz de haber repetido tres veces casi seguidas. Se sentía orgullosa.
Cuando cogió el ascensor, encendió el móvil y le envió un mensaje a su marido Juan:
– Ya salgo. Te amo.
La puerta del ascensor se abrió y allí estaba él. Jaime. Sentado en los sofás de recepción leyendo una revista. Se le acercó decidida.
– Hola.
– Uff, que susto. Sí que has tardado. ¿Todo bien?
– Sí. perfecto. Gracias Jaime.
– De nada. Vamos. Tengo el coche en la puerta. Te llevo a casa. A esta hora en 5 minutos estaremos allí. ¿Has avisado a tu marido?
– Si. le acabo de enviar un mensaje.
– Pues vamos. No tardemos más.
Carolina abrió el bolso, y hurgó dentro de él justo en el semáforo antes de llegar a su casa. Cuando Jaime paró delante de su casa, ella le entregó 15.000 € sin dejar que él reaccionara.
– Gracias Jaime. Eres un buen hombre y amigo. Cancela tu deuda de una vez, que no te deja respirar. No me digas nada. Te lo mereces. Y dándole un beso suave en los labios, y antes que pudiera reaccionar, abrió la puerta y salió del coche.
Se plantó delante de su casa. Había luz en su piso. Subió.
Abrió la puerta lentamente. Era la madrugada y no era cuestión de hacer ruido. Por un momento pensó que quizás, Juan, estaría dormido.
– Hola cariño.
– Ah, hola. ¿Todavía despierto?
– Por supuesto. Faltabas tu. ¿Me has traído lo mío?
– Sí, tal como te prometí. Y tu, ¿tienes mi dinero?
– Claro. Recuerda que he hecho una carrera extra cada día desde hace un año para poder reunir el dinero. 5.000 euros tal como me exigiste.
– Que ricura. Pues vamos. No pierdas más tiempo.
Juan se tumbó en el suelo en medio de la alfombra del salon mientras se desabrochaba el pantalón.
– Dame lo prometido.
Carolina se esperó a que él se hubiera sacado los pantalones, para quedarse de pie justo encima de su cara.
– ¿Estas preparado?
– Si, claro.
Carolina se bajó las bragas todavía chorreantes, y las dejó caer encima de él.
Él las agarró como un poseso y las empezó a oler, mientras ella fue testigo que él estaba teniendo una brutal erección al momento de olerlas.
– ¿Quieres saber cuántas veces?
– Mmm, si, respondía él mientras la miraba sumisamente y viciosamente.
– Tres veces se ha corrido. Y mucho. Era joven.  ¿quieres probarlo?
No le dejó ni tiempo a responder. Carolina se sentó sin pensarlo encima de él, poniendo su sexo empapado en su boca.
Juan se corrió casi al instante, casi sin tocarse, pero ella siguió allí sentada moviéndose al ritmo de la lengua de él. Le estaba gustando la situación y volvía a sentirse excitada y triplemente lubricada.
Cuando hubieron terminado y ya se acostaron en la cama abrazados, él le preguntó:
– ¿Qué harás con los 5.000 euros míos y los 5.000 que te han pagado?
– Los donaré a una fundación de ayuda a enfermos terminales.
– Que buena eres. Siempre pensando en los demás.
– No lo sabes tu bien.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Juan estaba viendo las noticias en el móvil, cuando ella le sirvió un café.
– ¿Has visto esto? El campeón de billar ganó ayer 1 millón de euros y dio 500.000 a la misma fundación que tu darás tu dinero. Que casualidad. Aquí le hacen una entrevista y dice que tal como había prometido, daría la mitad del premio a la fundación, y que se gastaría 50.000 euros en una noche de lujuria. Vaya friki de tio !.
Carolina mientras le escuchaba con atención y mostraba una enorme sonrisa recordando la noche anterior, abrió su bolso y observó que tenía 40.000 euros en total.
Le preguntó a su marido:
– ¿Friki él? ¿Y eso me lo dices tu, después de lo que me habías pedido? ¿Te ha gustado?
– Mmmm. Si.
– Pues creo que a mi también. Repetiremos otro día, que me encanta hacerte trabajar extra. O quizás te lo haga gratis. !
Ahora rcuerda que si quieres un relato personalizado, puedes dejar los detalles de personajes, escenario, etc en un comentario. Quizás sea el próximo relato. 

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