Hoteles y Sexo

Desde que existen los hoteles, muchas parejas a menudo han recurrido a ellos no porque se encontraran necesariamente de viaje, si no como un escape para encontrar romanticismo y erotismo.

Investigaciones recientes muestran que el sexo en un hotel tiene muchos beneficios para una relación.

Según los expertos en ciencia, tener relaciones sexuales en un lugar ajeno o nuevo aumenta la liberación del neurotransmisor dopamina, una poderosa hormona que controla los sentimientos de placer y emoción. Es el mismo tipo de placer que siente cuando come una barra de chocolate o fuma un cigarrillo, básicamente, el neurotransmisor está asociado con cosas que todos disfrutamos, buenas o malas.

Como todos sabemos, un hotel es sinónimo de escape o experiencia. Sin llegar a ser demasiado filosófico, la experiencia de unas vacaciones se asocia con ciertos placeres, es decir, un escape de la normalidad. Para los investigadores, combinar ambos placeres aumenta las posibilidades de mejorar la intimidad entre las parejas.

Entonces, si quieres volver a encender tu vida amorosa, parece que todo lo que tienes que hacer es organizar unas vacaciones muy necesarias.

Más viajes, más sexo

Un viaje es la mejor manera de mantener vivo el romance. Según un nuevo estudio de Travelocity, el 56 por ciento de las parejas coinciden en que viajar es importante para mantener viva la chispa en una relación -pero el 31 por ciento de las parejas nunca han tenido una escapada romántica-.

77% de las parejas dijeron que su vida sexual mejoró debido a los viajes.

Y para aquellos que necesitan un poco de motivación adicional: hay otro estudio que dice que las parejas que viajan juntas tienen una mejor vida sexual sobre las que deciden quedarse en casa. Además hay un montón de estudios que dicen que experimentar cosas nuevas juntos puede ayudar a profundizar una relación.

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Algunos coincidirán conmigo en que lo mejor de viajar no es conocer nuevos lugares, ni siquiera conocerse a sí mismo en escenarios no cotidianos, sino descubrir las otras personalidades que habitan en nuestro interior y que están ocultas bajo el peso de la rutina y el demoledor día a día.

Las jornadas en otros sitios representan también unas vacaciones de la existencia, en las que ya no se es el mismo sino otra persona. Alguien que va en un tren, alguien que coge un avión y que en cuestión de horas pasa de estar en Madrid a mezclarse con los oficinistas que salen de trabajar a las cinco de la tarde en Londres. Un espectador anónimo que asiste a la puesta de sol en Kona, Hawaii, mientras unos niños hacen surf en sus improvisadas y rotas tablas. Jet lag es el término asignado al reajuste biológico que nuestro organismo lleva a cabo para asimilar le nueva realidad, pero no hay ninguna palabra que nombre el descoloque mental.

Probablemente los grandes exploradores y descubridores eran personas algo incómodas en su piel, que buscaban esta periódica desconexión con su apellido para convertirse en otro ya que, en cierta manera, los viajes siempre han sido como el patio de recreo de la vida.

Con el sexo ocurre algo similar y, de vez en cuando, los espíritus inquietos buscan ser otros en otras camas. Las nuestras, las que nos han visto con fiebre, cansancio y en modo saturday night fever, juegan con desventaja respecto a las de lugares desconocidos. Hoteles con encanto, tamaños king size con delgados edredones de plumas sobre el colchón, enormes bañeras con jacuzzi hacen que el sexo en nuevos escenarios es siempre mejor y más sorprendente.

Los científicos han dado la razón a algo que la mayoría ya hemos comprobado en nuestras propias carnes. Al parecer existen reacciones químicas que ocurren en nuestro cerebro cuando nos revolcamos entre sábanas que no nos son familiares, y que no siempre ocurren en nuestro dormitorio. Esta es, básicamente, la tesis de Ian Kerner psicoterapeuta, consejero sexual y autor de libros  “la novedad de estar en un lugar nuevo, como la habitación de un hotel, estimula la transmisión de dopamina al cerebro, que tiene un papel importante a la hora de incrementar la excitación sexual”. Y continuaba, “hay una cierta predisposición psicológica cuando la gente reserva una habitación de hotel, como de agasajo hacía ellos mismos. Hay algo lujurioso, lánguido y suntuoso respecto a los hoteles que hace que nos sintamos más sexuales”.

Otra de las razones por las que Kerner está tan a favor de pasar las noches fuera de casa es que, según afirma, “para que la excitación sexual pueda aparecer, especialmente en las mujeres, las partes del cerebro relacionadas con la ansiedad y el estrés deben apagarse. A menudo aconsejo a las parejas con problemas que cambien su dormitorio por un nido de amor libre de distracciones. Ir a un hotel ayuda a apagar por unas horas la ansiedad. Allí no hay fotos de los niños, cuentas que hay que pagar o libros que necesitan ser leídos. Uno está en un lugar fuera del tiempo y fuera de su vida. Alejar todos los elementos que nos estresan y generan ansiedad contribuye a dejar más espacio libre a la excitación y la predisposición al sexo”.

Los terapeutas hace tiempo que recurren a la estrategia del hotel para sus trabajos con parejas desmotivadas. Según Ana Sierra, sexóloga y psicóloga, con consulta en la Fundación Sauce, Madrid, “salir del contexto habitual o jugar a un juego de roll son dos cosas que siempre aconsejamos cuando se ha perdido el deseo. Pasar la noche en otro sitio es perfecto porque se sale de la rutina, de las obligaciones de la casa, los hijos, el trabajo y todos los quehaceres diarios, y permite poner en practica algunas de nuestras fantasías. Se puede hacer el papel de dos desconocidos que quedan en un lugar, solo y exclusivamente, para tener sexo; o que acaban de conocerse en el bar y suben directamente a la habitación. Estas prácticas están especialmente indicadas para las parejas que fantasean con tener un amante o relaciones liberales pero no se atreven. Al principio puede pensarse que es un juego tonto, porque sabemos que ese que está ahí es nuestro marido o pareja habitual, pero si uno se deja llevar por el juego, al final éste tiene su efecto. En la película Cinco Historias para ellas (2007), de la directora de cine porno, Erika Lust, una de esas historias trata precisamente sobre una pareja que para salpimentar su vida sexual va, una vez a la semana, a un hotel y allí ponen en practica sus fantasías BDSM”.

El hotel o ‘picadero’ es tan importante que, a veces, es un elemento determinante en la relación, como reflejaba la película El Amante (1991), basada en la novela semi-autobiográfica de Marguerite Duras. La pequeña casa en el barrio chino que utilizan una adolescente francesa y un asiático hombre de negocios adinerado para sus encuentros sexuales es, además de muy excitante, otro de los personajes principales de la cinta. Personalmente creo que el papel del amante, que en numerosas ocasiones es peor que la propia pareja, reside -en un 50%- en que nos saca de casa y nos lleva a lugares desconocidos, recónditos y hasta de mala reputación. Las aventuras que suceden en casa, -léase butanero, fontanero u oficios varios- no duran tanto ni son tan morbosas.

Lo bueno es que no hace falta irse de vacaciones o de puente para reservar una noche de hotel. Puede hacerse en la misma ciudad e ir probando sitios diferentes. Sin temor a ser interrumpidos por los niños o el teléfono y a poder liberar las gargantas y gritar o gemir sin que al día siguiente el vecino de arriba nos mire de manera rara en el ascensor. Ahora que recuerdo, los personajes interesantes de las series o películas suelen interrumpir, de vez en cuando, sus jornadas laborales para darse una alegría en un hotel de Nueva York, Londres o París, porque el cine suele ocurrir en esas tres ciudades. Es el caso de Don Draper y el lujurioso protagonista de Shame (2011), en esa habitación acristalada con hipnotizantes vistas al río Hudson.

Si no se está enamorado, o sí, pero se busca huir de las velas y las bañeras con pétalos de rosa, existen hoteles con propuestas más excitantes, raras o fuertes para un fin de semana. París ha abierto el primer hotel del amor, Love Hotel a la manera de los establecimientos japoneses. Se paga por horas, ya que entre sus clientes hay un nutrido grupo de infieles o personas muy ocupadas, y se elige la habitación temática que más se ajuste al imaginario erótico de ambos. Hay donde elegir: suite infernal, isla de los piratas, París en 3D, psicodélica, góndola veneciana…

Los que tengan gustos más raros pueden reservar en el Propeller Island City Lodge, en Berlín, diseñado por el artista alemán Lars Stroschen. Cada habitación es una pieza totalmente distinta que parece salida de un sueño surrealista. Hay una celda de psiquiátrico, en otra todo está al revés, como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas, las hay tapizadas de espejos y una muy especial, donde la cama está dentro de una gran jaula de león. Sobre gustos, no hay nada escrito.

En Brighton, Reino Unido, el Hotel Pelirocco, en plena línea de playa, rinde culto a la música y al sexo a partes iguales. Entre sus habitaciones temáticas están la de Betty Page, tapizada de leopardo y estilo bourdoir años 50, con bañera para dos. La Play Room tiene cama redonda, pista de baile con cortina para improvisar un striptease y kinky bed.

Cruzando el charco, en Pensilvania, el Pocono Palace Resort, en plenas montañas, ha renunciado al estilo rural chic para ir por el camino de la perdición. Si se elige está opción hay que pedir la Roman Tower Suite, que cuenta con una enorme y alta bañera en forma de copa de champán, chimenea, sala de masaje y la imprescindible cama redonda. Los dueños de hoteles rurales deberían tomar nota.

De hecho y, respaldando estos datos, el estudio realizado por el comparador de ofertas Hotel Tonight más del 20% de los españoles encuestados cree que no sólo cambia, sino que además ‘»mejora su experiencia si lo practican entre las sábanas de un hotel». Aún más, cuando se les pregunta por su pareja, el 30% afirma que mejora en la habitación de un hotel. Y si a esta experiencia le sumamos que, según el estudio realizado por Bijoux Indiscrets el 74% de los orgasmos se alcanzan con estimulación del clítoris tenemos la combinación perfecta. De hecho, el mismo estudio revela que estar en una habitación de hotel vuelve a las mujeres sexualmente más aventureras, así lo afirma el 40% de las encuestadas, que se atreven a probar con ciertos juguetes que vuelven el momento más especial. Elsa Viegas, fundadora de Bijoux Indiscrets revela: “El placer relaja, reduce la ansiedad y el estrés. Abrazar, tocar y besar nos hace sentir bien, el cerebro libera dopamina que acelera el centro del placer y la recompensa del cerebro”. Y es que, como explica Ian Kerner, psicoterapeuta, asesor sexual y escritor del best-seller ‘Ellas llegan primero’, “cuando miramos una habitación de hotel, nuestra mente ya está predispuesta; inconscientemente sabemos que podemos darnos un capricho. Las habitaciones de hotel tienen ese algo lujoso, sosegado y suntuoso que tiende hacia lo sexual”.

Pero los hoteles no sólo nos hacen más valientes o aventureras, además consiguen que las relaciones sexuales sean más placenteras y duraderas. ¿Un dato? En España, según este estudio, nos dejamos llevar por la pasión hasta 22 minutos más en un hotel comparado con el dormitorio habitual.

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