La mujer que se cogió un año de excedencia matrimonial para acostarse con otros

Está bien leer en la prensa artículos sobre nuestro tema. Y más cuando la que lo cuenta es una periodista. Así que me parece interesante compartirlo con todos.
La periodista Robin Rinaldi explica en su último libro cómo cambió su vida el proyecto que decidió llevar a cabo con la aprobación de su marido, y que consistía en acostarse con quien quisiera durante un año. 

Los testimonios en primera persona acerca de las maravillas psicológicas y físicas del poliamor comienzan a agolparse en los medios de comunicación al mismo ritmo que las novelitas eróticas lo hacen en las estanterías de las librerías. En los últimos años, muchas mujeres se han propuesto defender su libertad emocional y física a partir del relato de sus propias experiencias, que difieren en un gran número de aspectos pero que tienen algo en común: la exploración de la sexualidad por parte de personas que, previamente, habían seguido costumbres más conservadoras.

La última de ellas es Robin Rinaldi, autora del último bombazo editorial, ‘The Wild Oats Project’ (Sarah Crichton Books) en el que explica cómo pasó un año acostándose con desconocidos a pesar de estar casada. Rinaldi, una feliz periodista de 44 años, se enamoró de su marido, Scott Mansfield, a comienzos de los años noventa, y con él vivió satisfecha tanto emocional como sexualmente hasta el año 2008, momento en el que su esposo decidió unilateralmente realizarse una vasectomía, ya que estaba seguro que no quería tener descendencia… Algo que Rinaldi, cuya vida sexual hasta entonces había sido feliz pero algo sosa, no compartía. “En cuanto mi marido venció en lo de la vasectomía, sentí que me debía algo”, explica en una entrevista en ‘Salon‘.

Las reglas consistían en no tener ninguna relación seria, practicar siempre sexo de forma segura y no acostarse con amigos mutuos

La lógica de la autora cae por su propio peso: “Me niego a ir a la tumba sin hijos y habiendo estado solamente con cuatro hombres”, explica en el libro. “Si no puedo tener una cosa, debería tener la otra”. Suena a amenaza y probablemente fuese así. Aunque su vida sexual no fuese mala, Rinaldi empezaba a aburrirse del ritual semanal de los encuentros silenciosos y fríos de 45 minutos, así que decidió que iba a poner su perfil en varias redes sociales para encontrar a quien quisiera compartir lecho con ella y a alquilar un apartamento en el que, de lunes a viernes, se encontraría con sus amantes. Las reglas, que pronto se saltarían a la torera los dos, consistían en no tener ninguna relación seria, practicar siempre sexo de forma segura y no acostarse con amigos mutuos.

Rinaldi explota en el libro el mito de la chica modosita que un buen día muerde la manzana prohibida: “Siempre he sido una buena trabajadora, una buena estudiante y me he portado bien”, explica. “Podía sentir cómo llegaba la mediana edad y estas ansias de explotar mi feminidad. Sentía cómo la maternidad y la sexualidad eran los dos caminos más instintivos hacia ese objetivo, y cuando la puerta de la maternidad se cerró, era como si un dique reventase. Todos mis miedos de comportarme mal se escaparon por la ventana y decidí escuchar a mi cuerpo e ir donde este quisiera”. Y vaya si lo hizo.

Mi vida sin mi marido

En apenas un día, Rinaldi tenía ya 23 propuestas en su bandeja de entrada, de las que seleccionó a su primer amante, un abogado de 40 años con el que se acostó en la segunda cita. Practicaron sexo anal y, tras dos coitos, la periodista se sintió saciada. Una situación que contrastaba con la descripción que realiza de su vida sexual previa, a la que se había acostumbrado desde los 20 años: “Me gusta el modelo tradicional y romántico de cómo una mujer disfruta del sexo, en el que hay una gran cantidad de preliminares, charla y seguridad emocional”. Ahora, sus relaciones sexuales empezaron a estar marcadas por cierta violencia sentimental y física.

“A medida que empecé a madurar sexualmente y a tener cada vez más confianza, sentí esta urgencia por sexo más enérgico e interactivo, con lo que podrías llamar un poco de sadomasoquismo ‘light’, charla sucia y algo de tirones de pelo”, explica en ‘Salon’. Aunque había intentado implantar estas nuevas dinámicas en su matrimonio, le había sido imposible, puesto que es difícil mostrar un nuevo lado de ti misma a un viejo amante: “Yo cambiaba, pero mi marido no. A él le gustaban las cosas tal y como eran”.

Cuanto menos dependas de alguien, más puedes quererlo y desearlo

Así que, en ese proceso de cambio y descubrimiento, que ríete tú de la protagonista de ‘Come, reza, ama’ de Elizabeth Gilbert, se revolcó entre las sábanas con un curandero vegano y tatuado, el ya citado abogado de Silicon Valley, algún forero de Craiglist, dos mujeres y un trío. Algunos de los hombres le recordaron a su propio marido, pero con la libertad que le concedía no conocerlos desde hacía casi dos décadas. No era la gente la que había cambiado, explica, sino ella: “Era mucho más fácil aceptar a los hombres que no me habían visto en mis peores momentos, y de los cuales nunca dependería, que aceptar al que más me quiere”. A ellos y a sus penes, a los que describe como “bellos”: “Obtenía un gran placer en controlarlos desde cerca, verlos crecer y endurecerse, trazar los pliegues de su cálida arquitectura contra mi paladar”. Sí, el libro presenta descripciones semejantes todo el rato.

¿Una historia de liberación?

Como cabría esperar de tal aventura, Rinaldi ha extraído unas cuantas enseñanzas (y unos buenos ratos) de la misma. En primer lugar, la importancia de la independencia, especialmente en lo que concierne a lo emocional: “Cuanto menos dependas de alguien, más puedes quererlo y desearlo, en lugar de necesitarlo”. También, su catarata de amantes le sirvió para reconectar con su gran pasión, la escritura. Si uno tiene una gran pasión profesional, explica, no necesita que su marido rellene todos esos huecos.

Acostarme con un montón de tíos va a hacer que me sienta mejor en mi lecho de muerte

Al final del libro, Rinaldi reproduce lo que le explicó a una vieja amiga cuando cuestionó si había merecido la pena: “¿Cómo puede ser que acostarse con un montón de tíos te consuele por no haber tenido hijos?”, le preguntó. La respuesta de la periodista es palmaria: “Acostarme con un montón de tíos va a hacer que me sienta mejor en mi lecho de muerte. Voy a pensar que he vivido, que no he pasado mi vida en una jaula. Si tuviese hijos y nietos alrededor de mí al morir, no lo necesitaría. Los niños son la prueba de que has vivido”.

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2 Respuestas a “La mujer que se cogió un año de excedencia matrimonial para acostarse con otros”

  1. Está bien que vayan apareciendo historias donde se vea que este estilo de vida puede ser "normal".
    Gracias Alicia por compartir.

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