A la luz de las velas

¿Te gusta observar?, ¿Investigar lo nuevo como si de un regalo se tratara?, Recibirás instrucciones

Cuando sonó mi móvil y recibí este mensaje de Cristina, mi mente comenzó a volar. Estaba expectante, inquieto, no quería enviar más de una respuesta, no quería mostrar una excesiva curiosidad, una inquietud de la que ella era plenamente consciente.

Asumí mi rol y esperé que todo fuera pasando según ella tuviera planeado dejándome guiar donde ella me quisiera llevar.

Imagina ahora un cuerpo expuesto a tu entera disposición, una mujer nueva para tus sentidos, totalmente disponible para ser descubierta y experimentada por tu deseo.

Sus mensajes estimulaban mi imaginación, tanto por la recreación libre de las situaciones que me dibujaba con breves trazos, como por el intento de descubrir cual era el plan que tenía trazado para mí.

No habrá presentaciones habituales, tendrás que despertar mi quietud inicial con gestos que te identifiquen y me hagan confiar en tu presencia. ¿Sabrás por donde empezar?

Mi cabeza daba vueltas, imaginaba diez mil situaciones distintas. Sabía que quedaríamos por la noche, un día de diario, e imaginaba que me esperaría en cualquier Púb obligándome a jugar con ella o que habría conseguido el acceso a algún lugar para plantear un juego de rol.

Repasaba sus mails, nuestras conversaciones, sus mensajes al móvil una y otra vez interpretándolos de manera distinta en cada ocasión. Cristina había conseguido su objetivo, volverme completamente loco y mantener mi atención en ella durante todo el día.

ULTIMA INSTRUCCIÓN: A partir de las 23:45 puedes dirigirte ala habitación 22, en el hotel SENSACIONES. Enseguida identificarás un camino con la luz de la candela que te guiará hacia mí; debes cerrar las dos puertas que encuentres a tu paso.

Casi de inmediato comencé a buscar en Google el nombre de la calle. Encontré oficinas, una iglesia… La intriga me estaba matando. Había conseguido colocarme exactamente donde ella quería y en esa situación en la que tantas veces había disfrutado yo moviendo los hilos…

Cuando subí al segundo piso, encontré una puerta abierta, la abrí con cuidado, y encontré un camino dibujado con velas en el suelo, las candelas que me guiarían hasta ella.

Las seguí, con paso lento y continuado, me llevaron al salón donde por fin encontré mi regalo.

Las velas continuaban hasta ella, una mesa cuidada en detalles con una botella de vino, dos copas, una bonita jarra de agua (ese detalle me encantó) y dos pañuelos de seda.

Tumbada boca abajo en el sofá me esperaba mi regalo. Tal y como decía en su mensaje; “un cuerpo expuesto a tu entera disposición, una mujer nueva para tus sentidos, totalmente disponible para ser descubierta y experimentada por tu deseo”

Un precioso camisón negro la cubría escasamente dejando adivinar su cuerpo entre sus transparencias. Sin moverse al sentir mi presencia me di cuenta de cual era su intención, cual era su sorpresa… Dejarme libertad para hacer lo que deseara con mi regalo para disfrutarlo, para explorarlo, para deleitarme con él a mi antojo.

Me acerqué lentamente, recorrí el sofá posando mi mirada sobre ella, observando cada parte de su cuerpo, cada pliegue. Me senté y acaricié lentamente sus hombros, su cuello, su pelo…

Mi imaginación crecía, mis deseos se contraponían, quería tocarla, sentir su humedad sin más preámbulos, introducir mis dedos en ella y escuchar un gemido nuevo para mí, tanto como recorrerla lentamente, excitarla con calma hasta llevarla a la desesperación a la que me había llevado a mí horas antes.

La última opción fue mi elección. Me tomé mi tiempo para explorar su cuerpo, jugaba con sus piernas, con sus hombros, sus brazos y el interior de sus muslos.

Notaba como su cuerpo acompañaba mis caricias, como las recibía y provocaba, como sus piernas se abrían acogiendo levemente mis caricias, como crecía en ella el deseo de ser explorada hasta los más íntimo.

Dejaba caer besos en su cuerpo, alternándolos con mi lengua y mis manos. Quería que no supiera que era lo siguiente, si el calor de mis labios en su espalda, mis dedos bailando en sus nalgas o el calor de mi boca cerca de su oído. En ocasiones dejaba que todo ello se acelerara hasta el punto en que ella pudiera percibir mi deseo ya descontrolado por no medir mis actos, pero justo después me levantaba y tras vendar sus ojos con uno de los pañuelos de seda, le ofrecí una copa de vino.

Bebía a ciegas y yo, en lugar de usar la copa para saborearlo, prefería derramar unas gotas en su pecho para beber de él.

Sus gemidos podían vislumbrarse cuando mis exploraciones se acercaban a su sexo, cuando sentía como mi lengua lamía tan cerca que dudaba si continuaría o volvería a alejarme.

No pude aguantar más, mis dedos por fin se bañaron en ella, le robaron el gemido que tanto deseaba desde que la vi ahí tumbada, sintieron el calor de su interior haciendo que su cuerpo se arqueara, los deje disfrutar dentro de ella, entrando y saliendo lentamente, más de lo que ella hubiera deseado, jugueteando con su clítoris para volver a meterse en lo mas profundo de su sexo.

Me acercaba a ella y guiaba su mano por mi cuerpo, me gustaba sentir sus caricias intentando explorarme, jugaban por mi pierna escalando con una dirección clara, decidida. Fue cuando estaba a punto de sentir la gran excitación que me estaba provocando la situación, cuando le retiré la mano. Ella me había desesperado durante todo el día, ahora era mi turno.

Quise dejarle claro cual sería mi destino, donde llegaría la lengua que ahora comenzaba a lamer sus piernas en dirección a sus caderas. Alguna leve caricia anunciaba cual sería el final de mis besos… Su sexo.

Cuando mis labios cubrieron los suyos su cadera se elevó, se hizo mía, sus gemidos ya eran incesantes, el movimiento de sus caderas anunciaban su orgasmo, un orgasmo que no llegó, un orgasmo que se hizo esperar al levantarme y hacerla oír como mis pantalones se desabrochaban, como mi sexo quedaba al aire, como quizás era el momento de que fuera ella quien me explorara.

Con su mano cogida la guiaba por mis ingles, dejaba de manera dudosamente involuntaria que su muñeca rozara mi excitación entre caricia y caricia, y justo, cuando acercó su mano para acogerme, la retiré para acercarme a su boca.


La abrió y sacó su lengua deseando sentirla dentro. Aún no era el momento, quería que la sintiera por su cara, por su cuello alrededor de sus labios mientras mis dedos entraban y salían de ella. Sus gemidos, su boca abierta, su lengua preparada para lamer, me llevaron ya sin control alguno a devorar su sexo…

– Fóllame… – me susurró entre gemidos…

Notaba como ella estaba descontrolada, como había conseguido ponerla en la situación que deseaba, pero yo no estaba muy lejos. Sólo bastó que me lo pidiera una vez para que la penetrara hasta dentro de golpe, yo estaba en la misma situación, no quería esperar más.

Nos fundimos en besos mientras la recorría de dentro hacia fuera una y otra vez, disfrutando de todo el recorrido.

Hasta entonces había disfrutado de la situación que Cristina me había ofrecido y fue en ese instante cuando fuí consciente de su situación.

Cristina estaba vendada, había sido excitada y estaba sintiendo como alguien a quien no había visto la penetraba, cobrar consciencia de esa situación me excitó tanto que mis movimientos se asalvajaron aún más. Mi cadera golpeaba fuerte contra la suya.

De rodillas sobre el sofá notaba como la cercanía de su orgasmo, su cuerpo, sus gemidos, como su sexo completamente empapado bañaba el mío y como el anuncio se hizo realidad corriéndose mientras sus caderas buscaban que mi polla entrara más y más dentro, descontroladas se movían haciéndola entrar hasta lo más profundo de ella…

La noche continuó entre risas, comentarios de su sorpresa y como no podía ser de otra manera con ese comienzo……sexo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *